Episode 5
D. Ricardo: Un apasionado de Cristo
Por Donato Hernández
En la vida nos
encontramos, en contadas ocasiones, con personas que nos dejan una impronta que
nos marcan y definen. Cuando somos conscientes de ello no podemos más que
agradecer a Dios por estos encuentros de bendición que nos nutren y edifican.
Esta fue mi experiencia en el año 1983,
cuando siendo un adolescente desorientado y muy necesitado de referencias
positivas conocí a D. Ricardo Souto
Copeiro, pastor de la Primera Iglesia Evangélica Bautista de Santa Cruz de Tenerife.
D. Ricardo fue mi mentor,
pastor, consejero y el padre que tanto anhelaba tener. Colaboró en las iglesias de Vilafranca del Penedés, Terrassa-Ebenezer,
Puerto Sagunto y Vall d’Uxó. Casado con Dña. María Luisa Suárez (su secretaria, como él la definía), firme apoyo
durante sus largos años de ministerio, tuvieron tres hijos: Ricardo Manuel,
Roberto y María Luisa.
Llegó a Tenerife en 1968, desde su amada Galicia natal en
los años de su juventud. Precedente de una de las familias más antiguas del protestantismo español, aceptó el reto y se comprometió de por vida en el servicio a su Maestro. Desde un
primer momento se consideró un canario más, aunque nunca renunció
a sus orígenes. Conocedor de su contexto siempre fue considerado un gran lector siendo poseedor de una gran y selecta
biblioteca de más de diez mil volúmenes. Las
paredes del piso pastoral estaban cubiertas por todos sus libros, donde apenas
se podía observar ningún complemento más.
Compartió el evangelio en
Tenerife y en otros lugares de nuestro archipiélago
canario. Sus referencias siempre
manifestaban de forma natural un testimonio evidente y claro de fidelidad a la Palabra De Dios.
Una personalidad natural al servicio, con mucha discreción y sobriedad, una
amplísima cultura teológica, filosófica e histórica que le valió el
respeto de muchos.
Tenía un gran interés por mejorar el nivel educativo e intelectual de
quienes le rodeaban, pues nos instaba a la lectura y al estudio como
herramientas de superación personal. Esto generó entre nosotros el interés por ampliar
nuestro conocimiento en diferentes áreas, hasta el punto de ir formando
humildes bibliotecas particulares con el deseo de ir formando nuestro carácter. No descuidó nuestras necesidades espirituales y en
sus claras predicaciones, manifestaba un orden y secuencia que aclaraba, al
mismo tiempo que nos bendecía. Aún conservo algún bosquejo de sus predicaciones
que él pasaba a máquina y después me los regalaba, recuerdo también el dominio
de la Reforma Protestante, y cómo en ocasiones los citaba como si hubiese vivido
ese momento de la historia. Todo eso y mucho más me marcó profundamente como
joven y cristiano.
Fundador junto con D. Eutimio Herreros y
D. Daniel White, la actual Unión de Iglesias Bautistas
de las Islas Canarias (UIBC); participó de
forma activa en la fundación de la AMEIC (Asociación de Ministros Evangélicos de las Islas Canarias), siendo el primer
presidente. Co-fundador y primer presidente del Consejo Evangélico de Canarias. Entre su tiempo en Canarias fue un perfecto
embajador de la la obra bautista y la importancia de la UEBE (llegando a ser
miembro de la Junta directiva de la Unión). Durante años, además de su labor pastoral en la Primera Iglesia
Bautista de Santa Cruz de Tenerife, asumió el
trabajo pastoral en las Iglesias de La Palma y El Fondillo (Gran Canaria).
Hasta el último momento de sus días trabajó para la obra del Señor siendo el presidente del Hogar Evangélico de Ancianos CEDAR, en Granadilla (Tenerife) y
miembro del Claustro del Seminario CEIBI (Centro de Estudios e Investigación Bíblica). “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2:10b) O como nos citaría “hasta que lo mortal sea
absorbido por lo inmortal” (Charlotte Brontë).
Cuántas veces hoy en día
recuerdo a mi “viejo pastor”, sus apasionadas conversaciones, sus palabras con
consejos y correcciones de amor, sus orientaciones que me marcaron y hoy me
definen. Cuántas palabras podría decir de D. Ricardo, pero termino como empecé,
agradeciendo a Dios por ponerlo en mi camino, y con él a tantas personas que nos
sirven para identificar el amor de Dios a través de ellos. Como él nos decía en
muchas ocasiones; “Cristo es para mí, el Maestro en quien se cifra toda mi
esperanza”. Siempre un ejemplo de vida, que aunque imperfecto, siempre me
reflejó el amor de lo alto. Termino con una frase que tanto le gustaba citar:
“Cristo es la vida que debo vivir, la verdad que debo tener y el camino que
debo andar”.