Episode 4

Juan Luis Rodrigo Marín (1923–2008).

Una vida de servicio ejemplar. Por José Luis Andaver.

“Recordar es vivir, y recordar a quienes nos precedieron y dieron

ejemplo de vida es un tesoro inigualable para forjar la vida propia y la de

futuras generaciones”.


Algo de su biografía.


Juan Luis Rodrigo Marín era el menor de dos hermanos. Vivió una niñez y

juventud muy difíciles en su Alicante natal, como tantos otros las vivieron,

durante los años de la Guerra Civil en España (1936-1939) y los cruentos años

de posguerra que la sucedieron. En 1943 había aprobado la oposición en el banco

Hispanoamericano, pero justo entonces, y con tan solo 20 años, la tuberculosis,

bastante frecuente en la época como resultado de las penurias de la guerra,

hace mella en él durante casi tres años y el banco le despide por su

enfermedad, pero consigue otros trabajos. Según narra el propio Juan Luis,

durante sus seis meses de convalecencia internado en el sanatorio

antituberculoso de Torremanzanas (Alicante) moldea su carácter, sus creencias,

sus pensamientos. Esa circunstancia le hace pensar y reflexionar mucho y le

cambia la vida en un antes y un después de la enfermedad. Años después, y con

la perspectiva que estos dan, Juan Luis decía de aquel tiempo vivido, al igual

que decía Jacob: “ciertamente Dios estaba aquí y yo no lo sabía”.

A pesar de las circunstancias adversas, al salir del sanatorio Juan Luis

comienza una nueva vida con la ayuda inestimable de su novia, Josefina López,

con la que contrae matrimonio en febrero de 1947. Durante unos años sigue su formación

en la carrera de comercio y alterna sus estudios con el trabajo, entre otros,

en un importante bufete de abogados y notaria en Alicante donde adquiere mucha

experiencia. Siendo que tiene gran capacidad administrativa se presenta y

aprueba unas oposiciones en CAMPSA, la empresa española de petróleos. Sin

embargo, cuando todo le va bien y parece que tiene en sus manos un futuro

prometedor, algo cambia radicalmente su vida.

La madre de Juan Luis, Concepción Marín, conoció a Ángeles Naborel,

esposa del pastor Luis Hombre Ponzoa y madre del pastor Luis Hombre Naborel

quien la llevó al Señor, y se bautizó con el pastor Vicente Francés. El

testimonio de su madre Concha, y la lectura de la biblia que le habían

regalado, llevo a Juan Luis a aceptar al Señor. Un domingo de junio de 1947 en

la iglesia bautista de Alicante después de escuchar la predicación de quien

años después sería obispo de la IERE, Ramón Taibo Sienes, que se encontraba de

visita en la ciudad, Juan Luis y Josefina dieron testimonio público de su fe,

entregaron sus vidas a Cristo de un modo incondicional. Dos meses después

fueron bautizados en la bañera de la casa de don Ramón, padre del que sería el

pastor Samuel Rodrigo. Se convirtieron en miembros activos de la Iglesia. Juan

Luis contaba: “los cajones de mi despacho en el trabajo estaban más repletos de

cosas de la iglesia que del propio puesto de trabajo”. Apenas dos años después

de su conversión siente un especial llamado de Dios y decide con su esposa,

Josefina López, prepararse en el Seminario Bautista situado entonces en un

chalet en Valldoreix (Barcelona). Se incorporaron a sus estudios en octubre de

1949. Cosas de la vida, Luis Hombre Naborel sería uno de sus compañeros de

estudios.

Finalizados los estudios se incorpora al pastorado de la Iglesia

Bautista de Usera y un año después acepta el llamado de la Primera Iglesia

Bautista de Madrid, la Iglesia de calle General Lacy, sucediendo en el cargo al

pastor Francisco Fernández quien cayó enfermo y falleció al poco tiempo de

cáncer. En General Lacy desarrollaría toda su vida ministerial.

Se jubiló en 1996 después de un fructífero ministerio de casi medio

siglo desde su conversión. Se retiró a vivir a Ondara, volviendo así a la

región de su Alicante natal. Durante esta nueva etapa de su vida su ministerio

continuó y colaboró activamente en la Iglesia Bautista de Denia y con las

iglesias de la zona, y constantemente entregaba ejemplares de la Palabra de

Dios.

Pasó a la presencia del Señor un 15 de septiembre de 2008.


Recordando tres áreas de su vida.


Mirando atrás en el tiempo y cuando pienso en mi suegro, Juan Luis

Rodrigo Marín, no puedo por menos que hacerlo recordándole en tres áreas

distintas y complementarias que han dejado en mi vida, y en la de muchos más,

una huella profunda e indeleble.

En primer lugar, su misterio como pastor y líder ejemplar de la obra

bautista en España.


De su llegada a Madrid Juan Luis solía decir: “yo no soy profeta ni hijo

de profeta y al llegar a Madrid me ayudaron mucho los seis o siete pastores

veteranos que me recibieron con mucho cariño. Entre ellos los Fliedner y

especialmente Ramón Taibo. Él y nosotros nos sentíamos muy cercanos, fueron muy

cariñosos sencillos y familiares”.

Como pastor, además de cumplir plenamente con sus obligaciones

pastorales y llevar la Iglesia a un tiempo de mucha bendición y crecimiento,

Juan Luis se vuelca con el servicio a todo el pueblo de Dios. Con los pastores

de Madrid por un lado, trabaja para crear la Comisión de Defensa Evangélica

(hoy FEREDE) de la que sería su primer Secretario ejecutivo. También colabora

activamente con la Sociedad Bíblica de España como miembro del Consejo de

Dirección y fue un interlocutor respetado en el incipiente diálogo

interconfesional y relaciones ecuménicas. Por otro lado, con nuestra UEBE ocupa

responsabilidades diversas a nivel de asociación, comisiones, Colegio pastoral

y presidente de la UEBE. Es significativa su gran aportación a la apertura de

nuevas iglesias en Madrid y en toda España empujado por su celo misionero y

evangelizador. Como evangelista realizó varias campañas en Sudamérica.

Juan Luis era un hombre cuya sabiduría y sencillez le aportaban un

carisma especial como líder y, a la vez, tenía carácter, pero siempre con

templanza y actitud humilde.


Si tuviéramos que destacar una cualidad sobresaliente de Juan Luis a lo

largo de su dilatada carrera, no era otra que el servicio dedicado al Señor

principalmente a través de su iglesia y de nuestra Unión. Son muchos los que le

recuerdan aún hoy destacando su tono conciliador y pacificador.     

En segundo lugar, fue un gran compañero de ministerio con todos los

pastores de nuestra Unión.


Como enseña la Palabra de Dios, Juan Luis nunca tuvo de sí más alto

concepto que el que debía tener. Nunca se creyó más que nadie, nunca criticaba

a nadie, siempre estaba dispuesto con una palabra amable y constructiva. Esas

cualidades hacían de él un ejemplo a seguir, ejemplo que hizo que su ministerio

inspirara muchas vocaciones al servicio cristiano y fueron muchos los jóvenes

de la Iglesia de Lacy que por su inspiración se sintieron llamados al

ministerio pastoral.

Fue muy activo en el Colegio pastoral. Durante los retiros del Colegio

se percibía como muchos compañeros le tenían como un “hermano mayor” en el

pastorado y acudían a él en busca de asesoramiento para tantos asuntos

vinculados a las cuestiones propias de una iglesia en todas sus áreas. Yo

mismo, le recuerdo con nostalgia al no poder hoy acudir a él para buscar su

consejo. Y es que Juan Luis te hablaba, no desde la teoría, sino desde la

experiencia pastoral propia, desde la vida y desde la fe que se realiza día a

día. Recuerdo muy bien sus visitas cuando estábamos estudiando en Rüschlikon,

Suiza, y de las largas conversaciones que me fueron toda una escuela para

cuando debía comenzar con 28 años, y de eso ya hace cuarenta, como pastor en la

Iglesia Bautista de Sevilla. ¡Que escuela! Y de eso mismo dan testimonio sus

discípulos y muy especialmente quienes han trabajado de cerca con él en la

iglesia. Juan Luis era un auténtico “epíscopo” con autoridad ministerial, que

no magisterial, era pastor de pastores.

En tercer lugar, recuerdo que Juan Luis era un hombre de familia que

amaba tiernamente a su esposa e hijos. Su matrimonio con Josefina fue bendecido

con cinco hijos: Eunice, Rubén; Juan David, Dámaris y Gerson.


Es cierto que estaba volcado al ministerio y eso le restaba mucho tiempo

de vida familiar, sin embargo, para Juan Luis la familia era fundamental, él

era un hombre de familia. Y no solo su esposa e hijos, y más tarde sus yernos,

nueras y nietos, sino de la familia extendida en Alicante con su cita

ineludible en verano, año tras año. Le encantaba estar con los suyos, disfrutar

los veranos de camping y los últimos veranos en las playas de Denia… y allí, en

familia, ejercía como pastor de todos, charlando, contando historias y

recuerdos, dialogando, aconsejando… amando.

Juan Luis hacía del tiempo familiar un tiempo especial de concordia,

risas y buen ambiente propio de una familia que se quiere.


Sus últimos años de vida fueron especialmente duros afectado por

insuficiencia renal y teniendo que someterse de continuo a diálisis. El

hospital Juan Carlos de Denia era, como decía él, su campo misionero. Allí dio

un testimonio de fe ejemplar tanto a pacientes como al cuerpo médico que le

asistía, y a todos entregó una biblia Era un sembrador nato.

Al finalizar estos recuerdos solo me resta dar gracias a Dios por la

vida de nuestro querido padre y por la inspiración que su vida significó en

nuestras vidas.


Solo a Dios la Gloria.

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El Eco Bautista
Artículos de la Unión Evangélica Bautista de España

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