Episode 5

El Señor Bonet por Félix Ortiz

Por Félix Ortiz

Este artículo se llama así intencionalmente. Desde que conocí, al que

posteriormente se convirtió en mi suegro, siempre le llamé de este modo, señor

Bonet.  Era tal su dignidad que nunca

consideré que fuera apropiado llamarle de otra manera. Y con este artículo no

pretendo hacer una crónica de sus contribuciones a la obra bautista en particular

y a la evangélica en general ya que ambas cosas ya están recogidas en los

libros de historia, algunos escritos por él mismo; tan solo pretendo hacer una

semblanza, es decir, una descripción del carácter de la persona. Semblanza que,

naturalmente, es totalmente subjetiva ya que se trata de la forma en que yo

percibí la vida del señor Bonet como miembro de su familia y como persona

dedicada a tiempo completo al ministerio cristiano que soy.

El señor Bonet siempre fue (de hecho, sigue siéndolo) un referente para

mí en cuanto a la forma de ser y vivir como pastor. Un referente es alguien que

sirve de modelo, del cual puedes tomar pautas o principios de comportamiento

que haces tuyos, que incorporar en tu forma de ser pastor y servir a la

congragación. Principios y pautas que cuando vives y experimentas determinadas

situaciones ministeriales vienen a tu mente para ayudarte a navegar las

situaciones complejas del pastorado. Porque alguien puede ser un referente en

tu vida aunque no estés al cien por ciento de acuerdo con él, y nosotros

teníamos muchas diferencias en cuanto a qué hacer con el ministerio y cómo

hacerlo. Quiero, pues, reflejar algunos de esos rasgos de su carácter, los que

yo experimenté y vi de cerca.

Compostura es la capacidad para en medio de un conflicto o situación

tensa, mantenerse calmado, centrado y mantener en todo momento la perspectiva.

He tenido, como tantos pastores, que vivir desagradables reuniones de iglesia

donde las personas dicen de todo sin ningún tipo de filtros y donde,

lamentablemente, el pastor se convierte en foco de frustraciones personales y/o

familiares. En las que a mí me ha tocado vivir he tenido presente la capacidad

de compostura, tal y como antes he descrito que siempre mantuvo y que tan bien

me ha servido en mi liderazgo.

Ecuanimidad es la imparcialidad de juicio, es no buscar el beneficio

propio aun cuando el hacerlo no sería ilegítimo, pero, lamentablemente, podría

dar pie a que alguien lo interpretara como tal. Realmente ilustraba las

palabras del apóstol cuando afirmaba que el líder debe servir no por ganancia

deshonesta sino con ánimo pronto.

El señor Bonet era una persona digna, no solo en la forma, todo él en su

presencia era digno, desde su porte hasta su forma de vestir (una de nuestras

controversias habituales) sino, lo que es más importante, en el fondo, porque

entiendo que una persona digna es aquella que se comporta con responsabilidad,

seriedad y respeto hacia sí mismo y los demás en todo momento.

La excelencia era otra de las cualidades que adornaban su persona y su

trabajo. Lo que hacía, realmente lo hacía bien, no podía hacerlo de otra

manera, aunque los que le rodeábamos considerábamos que ya era suficiente, él

persistía, era la forma natural en que las cosas le fluían.

Yo describo a mi suegro como una persona de profundas convicciones. Como

anteriormente he mencionado, podía disentir y hacerlo profundamente con su

manera de ver y entender el ministerio, pero nunca con la coherencia y

consistencia con que vivía aquellas ideas que daban sentido y propósito a su

vida. Podías rechazar sus ideas, pero no podías ser indiferente a su carácter.

El señor Bonet fue un hombre humilde que nunca hizo ostentación de lo

mucho que había contribuido al crecimiento de la obra bautista en Cataluña y

España y a la obra evangélica en general tanto en nuestro país como fuera del

mismo. Muchas instituciones evangélicas recibieron la impronta de las

cualidades antes descritas.

Podría seguir, pero es tiempo de concluir. Pere Bonet fue un hombre de

dedicación. Invirtió sus dones y habilidades para bendecir a las iglesias

locales que pastoreó (de forma bivocacional durante muchos años porque estas no

podían sustentarlo) y la denominación de la que tan orgulloso de formar parte

se sentía.

En fin, el señor Bonet fue un hombre de su tiempo del que se puede

afirmar, como se hizo con el rey David, que sirvió a su generación. Perteneció

a ese tiempo épico en que mujeres y hombres como él lucharon contra viento y

marea para que el evangelio pudiera florecer en nuestro país, y que nos dejaron

un legado en forma de organizaciones e instituciones que continúan dando fruto

y contribuyendo a la construcción del Reino. Son los que construyeron nuestra

Unión Bautista.

En el funeral del señor Bonet utilicé el texto de Apocalipsis 14:13 que

afirma: Y oí una voz que decía: desde el cielo: — Escribe esto: “Dichosos desde

ahora los muertos que mueren en el Señor. El Espíritu mismo les asegura el

descanso de sus fatigas, por cuanto sus buenas obras los acompañan”. Lo hice

porque creía y sigo creyendo que esas palabras representaban lo que era su

vida, porque él ya murió, pero su cualidad de referente persiste.

¿Era el señor Bonet perfecto? No, naturalmente, como ninguno de nosotros

lo somos, y ya al principio de estas líneas manifesté el carácter total y

absolutamente subjetivo de mi perspectiva. Pero, después de haber convivido con

él más de cuarenta años lo narrado es lo que me queda. Suegro, ojalá pueda ser

recordado como tú lo eres.

About the Podcast

Show artwork for El Eco Bautista
El Eco Bautista
Artículos de la Unión Evangélica Bautista de España

Listen for free